13 de abril de 2011

El regreso del gitano Amador en “Los únicos”

Osvaldo Laport volvió a meterse en el pellejo de Amador Heredia, el recordado personaje de la tira de Pol-ka Soy Gitano , que oportunamente emitió El Trece. Esa suerte de revival sucedió en otra ficción de la misma productora y por el mismo canal, "Los únicos".

Amador Heredia entró en la trama involucrado en las andanzas de Livio (Carlos Belloso). Monterrey (Arnaldo André) estaba a punto de capturarlo cuando Livio consiguió huir, ayudado por un hombre misterioso al que ninguno llegó a ver. Investigando la patente del auto y otras pistas, los superagentes de Monterrey dieron con la identidad del sospechoso conductor: un gitano en cuyo tablado, disfrazados de gitanos ellos también, se presentaron Axel (Nicolás Cabré), Ruben (Nicolás Vázquez) y Rosario (Eugenia Tobal).

Se trataba de Amador Heredia, quien tardó dos segundos en intentar seducir a la bella Rosario. Rápida de reflejos, ella le sacó información sobre el misterioso show exclusivo que se iba a realizar en el tablado, en la sospecha de que allí se escondía el malvado de Livio con algún plan de temer.

Una pareja de bailaores de Andalucía había llegado especialmente para el show. Pero la brigada de Monterrey los retuvo, y en su lugar, fueron Axel y María (Griselda Siciliani). A ellos, se sumó Ruben como guitarrista y Diego (Mariano Martínez) como el asistente de Axel.

Livio tenía extorsionado a Amador, después de haber secuestrado a uno de sus seres más queridos. El plan de Livio, en el que la víctima de su extorsión estaba obligada a aprestarle ayuda, era aprovechar el show al que asistiría el embajador de España, y tomar su lugar para salir del país.

En la noche del espectáculo, con Livio disfrazado de embajador y una serie de confusiones instaladas en el tablado, se desató la pelea feroz del grupo de Los únicos contra los secuaces de Livio. Como era de esperar, triunfaron los superagentes de Monterrey.

Entre la comedia y la acción, hubo espacio para el romanticismo: Diego quedó embelesado al ver a María desplegando la sensualidad de su baile en el escenario. Y cuando sus miradas se cruzaron, quedó claro que allí había amor.

Clarín

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