Con la conformación de un cuerpo de elite, por llamarlo de alguna forma, “para terminar con todas las lacras”, se estrenó Los únicos (El Trece, a las 22). Una comedia policial que, en tono paródico y con trazos gruesos de historieta, se propone mostrar el accionar de una “organización independiente solventada con fondos filantrópicos” (sic). Una organización que tiene sus antecedentes, ya que desde 1987 a la fecha se han conformado cuatro grupos de similares características en distintos lugares del mundo. Este es el quinto.
El jefe y mentor de la idea es Alfredo Monterrey, un caricaturesco Arnaldo André que, desde su guarida secreta, subterránea y re cyber, se propone combatir al mal. Y para ello recluta a “los únicos” del título. Un grupo de personas que, sin ser superhéroes a la manera tradicional -de hecho no tienen poderes (o casi no tienen)-, son poseedores de algún don que los hace únicos. Ellos son, por orden de convocatoria, Diego Rouvier (Mariano Martínez), un ex agente, millonario y bon vivant, que resulta una mezcla indescriptible de James Bond y Ricardo Fort. Tiene una inteligencia superior y una precisión infalible. Axel Etcheverry (Nicolás Cabré) es “El irrompible”. Ya va por su sexto intento de suicidio, arrojándose al vacío, y nada, siempre “rebota”. Rubén Hagi (Nicolás Vázquez), el hombre de “la piel de elefante”: le pueden clavar un cuchillo y no le pasa nada. Rosario Ahumada (Eugenia Tobal), experta en matemáticas, estafas y apertura de cualquier cosa. Violeta Morano (Pilar Gamboa), dispone de poderes extrasensoriales. Hugo Albarracín (Pepe Monje), un temible gladiador con un costado gay. Y María Soledad Marini (Griselda Siciliani), una chacarera simple e ingenua, poseedora de una fuerza descomunal.
Del lado de enfrente, dos malos de antología (a la manera clásica de Sigfrid o “El Guasón”) con todos los clichés imaginables: Livio Muzak (Carlos Belloso), poseedor de una increíble capacidad de transformación, y Ronco Milevich (Favio Posca), el “hombre eléctrico”. Un accidente de niño dejó a su cuerpo convertido en una usina humana.
El tono paródico de la comedia, plagada de guiños y convenciones, la coloca más cerca del Superagente 86 que de Brigada Cola. Los cameos de Anabela Ascar y “Amigacho”, y la referencia al pasado de Axel como segundo de Nilsen (el personaje de Adrián Suar en Sin código), de quien no quiere ni oír hablar, sumado al dandismo absurdo de Rouvier, la maldad exacerbada de Muzak, y la “batalla” final, cuando los malos ametrallan desde el aire, y bombardean desde tierra, la super fiesta organizada por Rouvier en su mansión, sin que nadie muera (al estilo de Brigada A), conforman un escenario propicio para el divertimento disparatado y eficaz. Será cuestión de ver en qué lugar se instala la historia y, algo no menor para el género, con qué recursos de producción cuenta a futuro.
Clarín
0 comentarios:
Publicar un comentario